06 junio 2007

Desmemoria de elefante


Rebuscando en nuestra memoria siempre podemos encontrarnos con pequeñas historias sobreviviendo al paso del tiempo, ¿quién no tiene alguna que otra anécdota imborrable grabada entre sus muchos recuerdos, alguna vivencia dispuesta a reaparecer de repente ante nuestros ojos como si se tratara de una película antigua que hace tiempo que no vemos?… Me acuerdo de la primera y única vez que me llevaron al circo; a ciertas edades, hay cosas que, a pesar de su aparente sencillez, cuesta mucho trabajo poder explicar…

"Papa, papa, éstos no son los payasos de la tele... ¿Cómo que no?, fíjate bien, verás como si son los mismos... No, éstos son otros, ¿no ves que van vestidos de rojo?, !no son los de verdad!... !Si que lo son!, eso es sólo porque en la televisión salen en blanco y negro... No puede ser, no se puede estar en dos sitios al mismo tiempo, ¿cómo es que están aquí si a esta hora también están saliendo por la tele?... Tu míralos bien, ¿no ves que si son ellos?... Me estás engañando, !no lo son!... Al cabo de un buen rato, de camino a casa: tic, tac, tic, tac... !Calla ya!, ¿no ves que estás haciendo llorar a tu hermana?.., Es que eran los de mentira, no eran los payasos... !Esta es la última vez que os traigo al circo!, !en vez de pasarlo bien os ponéis a reñir!... !Se ha terminado el circo para siempre!".

Esto, ejemm, ejemm… ¿qué estaba yo diciendo?... ¡Ah, sí!, supongo que por aquella época tendría que haberme fijado más en los elefantes; después de todo, ¿a qué niño no le impresiona el enorme tamaño de un elefante?... Recuerdo que hace poco leí un curioso relato sobre ellos; en él se contaba como, tras cada actuación, era suficiente con una simple cadena unida a una estaca, clavada en el suelo apenas unos centímetros, para dejar anclado al animal por una de sus patas... Si son animales capaces de poder arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, ¿qué les impide arrancar la estaca y salir huyendo?, ¿qué extraño misterio les hace detenerse?... Probablemente, la respuesta lógica de un adulto sería la siguiente: ¡no escapan porque están amaestrados!... Posiblemente, la inquietud de un niño le llevaría a articular inocentemente la siguiente pregunta: y, si es verdad que están amaestrados, entonces ¿para qué los encadenan?... Ante la lógica aplastante de un niño, puede que no exista una respuesta lo suficientemente coherente, puede que sea sólo la costumbre la que les hace comportarse de ese modo tan dócil, tan manso... Los elefantes del circo no escapan porque han estado atados a una estaca desde que eran muy pequeños; tan sencillo como eso, no escapan porque en el fondo creen que no pueden hacerlo, su memoria les traiciona, aún tienen el recuerdo imborrable de la impotencia que les supuso el haberlo intentado una y otra vez sin éxito, la resignación de aquel día que aceptaron finalmente su destino.

En algún momento, seguro que el pequeño elefante empujó con todas sus fuerzas tratando de soltarse; a pesar de su esfuerzo, de todo su esfuerzo, no le sirvió para nada, no pudo conseguirlo, ni en ese momento, ni en los días posteriores... Lo peor de todo, es que jamás volvió a cuestionarse sus posibilidades, jamás volvió a poner a prueba toda su fuerza, se olvidó de que era sólo cuestión de tiempo el poder llegar a conseguirlo... ¿Quién no ha sufrido alguna que otra vez de esa malsana desmemoria de elefante?, vamos por el mundo atados a decenas de estacas que nos quitan libertad, nos hemos acostumbrado a grabar a diario en nuestro recuerdo un no puedo, no puedo, no puedo, y… ¡ya nunca podré!; simplemente, porque alguna vez probamos y no pudimos, ¡que difícil se nos hace ya volverlo a intentar!.


Suele decirse que recordar es fácil para quien tiene buena memoria y que olvidar es difícil para quien tiene buen corazón. Suele decirse que recordar es vivir, pero que nunca debemos vivir de los recuerdos. Suelen decirse tantas cosas… Pero, antes de que se me olvide, no está de más recordar que existe un cajón del olvido, un compartimiento donde poder dejar guardado para siempre todo lo que queremos hacer desaparecer de nuestra memoria; y, como la cosa hoy va de elefantes, aquí os dejo una canción suya que os hará recordar que la desmemoria, hoy día, también es necesaria...






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