Aquellas pequeñas cosas...

Seguro que todos nosotros, alguna que otra vez, hemos llegado a decir o a escuchar las siguientes palabras: !No soy una máquina!. Es evidente, el motor de las máquinas no se nutre a base de sentimientos; y de momento, tampoco existe todavía una máquina capaz de gobernarse a sí misma... Está claro que no se pueden establecer ningún tipo de comparaciones, ¿o tal vez sí?... A veces, se nos olvida que el cuerpo humano es la maquinaria más perfecta que se haya podido crear, que de vez en cuando nosotros también necesitamos de una buena puesta a punto para seguir funcionando sin problemas, que todos los días abastecemos nuestra fuente de energía recurriendo a la nevera, que en muchas ocasiones nos vemos obligados a permanecer en modo “stand bye” esperando esa señal que nos haga seguir una u otra alternativa; pero, lo más importante, tendemos también a olvidarnos de que, como toda máquina, necesitamos de nuestros obligados períodos de “desconexión total” para no acabar más bloqueados que King-Kong en el maletero de un Cinquecento.

No hace falta decir más, con sólo mirar la imagen del día ya sobran las palabras. La verdad es que tengo suerte, esto mismo es lo que pienso hacer yo por unos días: esconder mi reloj, pulsar el botón de OFF, e irme al campo a hacer absolutamente NADA. Bueno, para ser más exactos, para que la imagen estuviera completa faltaría añadir la sombra de un nogal, una rica paella hecha a leña, dos perrillas jugueteando por los alrededores y algún que otro detalle más; pero simplificando, todo se reduce a una misma idea: !me voy por unos días al campo a disfrutar del valor de las pequeñas cosas!.

Temporizador activado: !Vuelvo el miércoles!.