21 noviembre 2006

Etiquetas

La escritura de un niño siempre da sus primeros pasos valiéndose de los garabatos, una muy curiosa mezcla entre simples trazos inseguros, letras emborronadas, aplicadas líneas y laboriosos palotes aderezados con mucha decisión... A ciertas edades, no existe el miedo a equivocarse, comenzamos a entender que las palabras simbolizan todo aquello que consideramos real, experimentamos con ellas con la única aspiración de poder llegar a representar en un papel lo más esencial, lo más sencillo. Si hay algo que captura siempre nuestra atención, es ver como estas personitas de pensamiento inquieto se vuelven capaces de hacer germinar sus primeras palabras escritas. Con total naturalidad, van juntando letra a letra, guiados tan sólo por la confianza que depositan en el adulto que, en ese momento, permanece a su lado guiándolos con expectación en esa nueva aventura. Son felices tan sólo con ver completas cada una de las palabras que encadenan; se conforman con eso, con experimentar la sensación de escribirlas, sin buscarles más significado que el de la propia satisfacción que les produce la novedad del hecho en sí.

Sucede que a veces las cosas más simples no lo son tanto, conforme crecemos, conforme aprendemos a escribir cada vez mejor, cometemos menos faltas a la vez que más errores. Perdemos esa espontaneidad que nos caracteriza, esa total claridad de ideas; tanto es así, que nuestro subconsciente parece necesitar poner nombre a todo aquello que nos rodea con objeto de tener así un punto de referencia en el que apoyarse bajo cualquier circunstancia. Es como si nos resultara más fácil caminar por la vida con un rotulador invisible permanente en las manos, garabateando en nuestro interior con tinta indeleble todo aquello que querríamos que tuviera auténtico significado para nosotros, sin dejar nunca el camino libre a las medias tintas. Parece ser que las personas no nos cansamos, ni nos cansaremos nunca de etiquetarlo todo, ¡tenemos esa extraña tendencia!.

Claro que es mucho más fácil funcionar con estos esquemas mentales en la cabeza, ellos nos dan siempre apariencia de seguridad, tienen por misión simplificárnoslo todo. Aunque, no siempre nos es posible resumir ciertas cosas a la mínima expresión. Es bien sencillo poner nombre a lo que percibimos con nuestros cinco sentidos; pero, ¿qué hay del sexto?, ¿qué hay de todo aquello que forma parte del terreno de la intuición, de nuestros estados de ánimo, de todas aquellas sensaciones que experimentamos cotidianamente?... Tratándose de sentimientos, la complejidad siempre se dispara hasta el infinito y más allá, hay situaciones que se empeñan en permanecer libres de etiquetas por más que nos pese y nos empeñemos en lo contrario. Ante el sentimiento por excelencia, el amor, nos comportamos siempre guiados por una extraña prudencia imprudente; lo tuteamos como si fuese veneno, guardándolo en pequeños frascos en los que hacemos destacar ante todo ese vistoso “etiquetado” en el cual destaca, por encima de todo, su nombre, como haciendo alusión clara a su grado de peligro.

¿A qué viene esa extraña necesidad de etiquetarlo todo, incluso la profundidad de un sentimiento?, ¿no tiene eso también un nombre?, ¿no solemos llamarlo debilidad?... Quizás venga motivado por nuestro más profundo interés, por una sana esperanza de tratar de hacer que permanezca intacto, protegido y seguro el mayor tiempo posible; o puede que, quizás, tan sólo nos venza un oculto sinsabor de autoprotección, el hecho de tratar de curarnos en salud. De todos es sabido que, si un veneno tiene nombre, siempre es mucho más fácil encontrarle un antídoto si la fatalidad obliga. Lo que nadie puede negar, es que la mayoría de las veces, damos tanta importancia a definir el contenido del frasco, ponemos tanta intensidad en el etiquetado de los sentimientos, que nos solemos olvidar siempre de lo principal: ¡de sentirlos!.

Para ser políticamente correcto hay que etiquetar, etiquetemos pues… Olvidémonos de la complejidad de un estado emocional, apresurémonos a ponerles un sello dentro de una categoría, equivoquémonos poniendo una inscripción precipitada que después no corresponda con su realidad; yo, aunque sólo sea nada más que por llevar la contraria a todo el mundo, remarcaré en mi memoria esta frase de la que desconozco el autor: “uno es, esencialmente, de lo que se alimenta el alma y vive de lo que se alimenta el cuerpo"…

La otra noche, por un instante, verle escribir sus primeras palabras me hizo rebuscar entre mis pensamientos más lejanos; sin esperar que así fuera, descubrí que en mi memoria todavía sobrevive un ligero recuerdo de la sensación que me producía escribir torpemente en un papel mi nombre completo. Él tiene una muy buena maestra en su madre, espero que ella también lo vea a él como su pequeño maestro: todo es mucho más fácil cuando uno se lanza a experimentar tan sólo por el hecho de aprender algo nuevo. Si después te equivocas... ¡borrón y cuenta nueva!. Lo importante es que la hoja esté en blanco; después, escribir en ella, depende tan sólo de uno mismo. No estaría de más que, a veces, nos hiciéramos todos un poco más pequeñitos... !haz de su naturalidad, de su ilusión y de su espontaneidad el mejor de tus masters!. Siente las cosas con su misma intensidad.


Muchas gracias a todos por vuestras felicitaciones de cumpleaños... El mejor de los regalos que he tenido ha sido poder disfrutar de un fin de semana de casi cinco días, !ojalá fuera siempre así!. Guardarme un sitito en vuestros blogs que en nada prometo haceros la visita. ;-)

20 Cosquillas:

La cosquilla de Blogger Missing dice...

A mí me gustaba escribir y borrar, escribir y borrar... así la hoja nunca era nueva y no me imponía tanto. Es que empezar hoja o cuaderno o lo que sea impone, hay que empezar con buen pie así que tienes que hacerlo tan bien que da miedo.
PD. Las medias tintas son un tanto confusas pero a veces me encantan...
Besos.

4:41 p. m.  
La cosquilla de Blogger DANI dice...

Tomo nota, yo estoy a tiempo de aprender un montón de alguien je je.

Por cierto durante esta semana me leeré cada día este post, porque me da la impresión que se han escapado un supermegatopemontón de cosas.

un beso

6:27 p. m.  
La cosquilla de Blogger rh dice...

A veces uno encuentra la rara satisfacción de encontrar otros pensamientos donde parece ver reproducidos sus convencimientos más profundos.

Hoy entre los comentarios que hice en un post a una amiga de estos mundos le dije literalmente: "Puede que sea cierto que las arrugas no enseñen, que no hagan otra cosa más que confundir. Que los niños tengan la contraseña porque ellos viven en la única verdad que importa, en la única verdad que existe."

Tienes razón que ese sexto sentido sea el entendimiento verdadero de lo que no puede asirse del todo con ninguno de los otros o con varios o todos ellos al mismo tiempo. Y la vida está llena de todo eso que necesita entenderse en una dimensión casi inexplicable. Tú citas el amor, que mueve casi todo (por no decir todo), y no hace más que contradecir la razón de los sentidos.

Yo creo que hay una clase de entendimiento que no puede encerrarse en palabras. Una clase de entendimiento esencial,absolutamente esencial.

Un abrazo fuerte

8:33 p. m.  
La cosquilla de Anonymous Anónimo dice...

Dicen las antiguas tradiciones que las palabras tenían poder, que el Ser Supremo creó a las cosas llamándolas, dijo mar y creo ese espejo imperfecto y en movimiento del cielo, dijo tierra y surgió la solideza marrón.

A nosotros desde pequeños nos enseñan justo lo contrario... a ese reflejo acuoso lo llamamos mar, a ese polvo endurecido lo llamamos tierra.

Aunque en nuestro interior, esa parte de la divinidad que todos tenemos, sigue creyendo en el poder de las palabras sobre la realidad.

Quizás por eso tengamos ese afán de etiquetar, para modelar la realidad con las palabras al igual que el alfarero modela el barro con sus manos.

8:42 p. m.  
La cosquilla de Blogger Nur dice...

Felicidades con retraso, encontre tu blog y me encantó, besitos!!

8:52 p. m.  
La cosquilla de Blogger Olga Cristina dice...

Allunita más de acuerdo contigo no puedo estar.
Me gustó esto.

5:56 a. m.  
La cosquilla de Anonymous Anónimo dice...

Gracias por tú comentario.

Etiquetamos por la necesidad de simplificar las cosas. Es proceso de socialización puro y duro.

Un beso

7:49 a. m.  
La cosquilla de Anonymous Anónimo dice...

No dudo de la utilidad de las etiquetas, pero a veces son tan duras...

Ante esto me quedo con este poema q nos habla de esperanza:

UN SEÑOR MADURO CON UNA OREJA VERDE

Un día, en el expreso de Soria a Monteverde, vi q subía un hombre con una oreja verde.

No era ya un hombre joven sino más bien maduro, todo menos su oreja, q era de un verde puro.

Cambié pronto de asiento y me puse a su lado para estudiar el caso de cerca y con cuidado.

Le pregunté: - Esa oreja q tiene usted, señor, ¿Cómo es de color verde si ya es usted mayor?

Puede llamarme viejo - me dijo con un guiño- esa oreja me queda de mis tiempos de niño.

Es una oreja joven q sabe interpretar voces q los mayores no llegan a escuchar.

Oigo la voz del árbol, de la piedra en el suelo, del arroyo, del pájaro, de la nube en el celo.

Y comprendo a los niños cuando hablan de esas cosas q en la oreja madura resultan misteriosas...

Eso me contó el hombre con una oreja verde un día, en el expreso de Soria a Monteverde.

Saludetes! Me ha encantado el post :)

11:47 a. m.  
La cosquilla de Blogger Lara dice...

Cuantas veces he deseado ser una niña otra vez.... Entonces era todo tan sencillo... Creo que cuando vamos creciendo, nos vamos complicando más y más las cosas nosotros mismos.
Besos.

11:47 a. m.  
La cosquilla de Anonymous Anónimo dice...

Pero ... ¿Cómo es eso de que has tenido 5 días de vacaciones?
Y algunos aquí currando como exclavos ... si es que la vida no es justa!!! jajajajaja

Es broma!!! Feliz regalo, entonces. Y seguro que merecidísimo!!!

y ... ¿qué haríamos nosotros sin la escritura? ¿qué sería de nosotros? Ahora, que eso de etiquetar ... pues como que no me gusta mucho. No me suena bien ...

Un besazo!!!

1:08 p. m.  
La cosquilla de Anonymous Anónimo dice...

Cuánta razón llevas en todo lo que has dicho Alalluna.
Para qué etiquetar los sentimientos? Lo importante es sentirlos, pero creo que algunas veces puede aparecer la duda, no se sabe cómo llamarlo y entonces eso provoca inseguridad.
Ojalá yo sea como ese niño del que hablas en tu post. Ojalá se pudieran juntar unas letras con otras sin querer encontrarle significado. Escribir sin más...sentir sin más.
Tenemos muchas cosas que aprender de los niños, a veces nos olvidamos que nosotros sabemos más que ellos en ciertos aspectos.
Me ha gustado mucho tu post.

Un beso Alalluna ;)

2:07 p. m.  
La cosquilla de Anonymous Anónimo dice...

Me ha encantado tu post, ha sido muy tierno.

Besotes

3:59 p. m.  
La cosquilla de Anonymous Anónimo dice...

Un bonito mutuo aprendizaje

Besos

byebye

4:36 p. m.  
La cosquilla de Blogger El detective amaestrado dice...

Eso de ver sus primeras letras es francamente hermoso...

10:50 p. m.  
La cosquilla de Anonymous Anónimo dice...

pues pienso que etiquetamos para abreviar.
imaginemos por un instante que declamamos "es una sensación suave que flota en el espacio y que, a veces, oculta ese resplandor cálido y placentero y otras rezuma gotas que forman humedades en donde pisamos"
pues es más breve decir ¡nubes!.
los niños, lo primero que escriben es su nombre (lo se por mis nietos), por algo será ¿no?.

11:43 a. m.  
La cosquilla de Blogger Akroon dice...

A veces nos perdemos en las definiciones, en las complejidades de lo sencillo, en las explicaciones a lo inexplicable... y acaba siendo una pérdida de tiempo.

Yo llevo un tiempo aprendiendo a no etiquetar a nada ni a nadie. Sé que aún no lo he conseguido, y dudo que lo consiga en su totalidad, pero hay tantas definiciones como puntos de vista, y puntos de vista como seres humanos.

Hay cosas que no hay que esforzarse en definir ni etiquetar, sino en vivir... de lo contrario, pierden su razón de ser.

Un besazooooo!

3:45 p. m.  
La cosquilla de Anonymous Anónimo dice...

Muchas veces nos perdemos en los pequeños detalles y al final no llegamos a ningún puerto.
Las deficiniones, las etiquetas, los borradores, lo único que hacen es meternos en espirales sin retorno.
Saludos!

5:30 p. m.  
La cosquilla de Anonymous Anónimo dice...

Creo que necesitamos etiquetar para no sentirnos abrumados con según qué sentimientos... necesitamos clasificar para ordenar la mente.. no me gusta la idea, pero reconozco que quizas lo hago...

6:21 p. m.  
La cosquilla de Anonymous Anónimo dice...

La verdad es que llevando esta reflexión al terreno de las relaciones sentimentales, he de decir que la experiencia me enseña que las relaciones más bonitas suelen ser aquellas en las que nadie se ha preocupado de "ponerles nombre". En el momento en que buscamos la seguridad de la definición... a veces incluso pierde romanticismo el asunto.


¡Ah! Y pocas cosas hay tan bonitas como contemplar las primeras palabras escritas por un niño. Un besazo fuerte!!

7:21 p. m.  
La cosquilla de Blogger Alalluna dice...

Mensaje para todos: Pues nada, para variar, no tengo apenas tiempo para poder contestaros como me gustaría hacerlo. Eso sí, para leeros siempre tengo un hueco, esta noche cuando estéis dormidos entraré por la chimenea de vuestro pequeño rincón como Papa Noel, sólo que yo no dejaré regalo, sino comentarios... jajaja... Quien quiera, que me deje caramelos.

PD: Ainssssss que vé!!!, cada vez llega antes la Navidad a las tiendas... Como siga haciendo este calor, este año se van a derretir hasta los turrones de almendra. Besos

11:10 a. m.  

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